La persistencia del CNCR en la protección del patrimonio
La noticia del incendio que afectó al edificio Plaza de Armas fue seguida primero con angustia por quienes ahí habitan y trabajan, y posteriormente, con la certeza de que las vidas humanas estaban a resguardo, vino un profundo dolor, frustración e impotencia por la pérdida del mural Terremoto, obra de artista nacional Nemesio Antúnez. Dolor porque se perdió un mural excepcional, no solo por su tamaño, también por la maestría con que el artista relacionó la temática de la obra con su emplazamiento en las profundidades del edificio, relacionando magistralmente el descenso del visitante al cine con las profundidades de la tierra en donde el magma bullente amenaza con un nuevo terremoto. Una obra que habla de una época en la que artistas y arquitectos trabajaban en conjunto y pensaban en integrar lo que las formaciones académicas habían separado. Frustración, porque el CNCR llevaba años trabajando por el rescate de este mural con distintas instituciones del Estado y en los últimos años además con la Fundación Nemesio Antúnez, mientras el mural seguía enfrentando un deterioro progresivo y la indiferencia que, lamentablemente, culminó en la destrucción de esta valiosa pieza.
Más de una década de esfuerzos por la conservación En el 2009, antes de su declaratoria y a solicitud del entonces Consejo Nacional de la Cultura y las Artes (CNCA), Lilia Maturana, jefa del entonces Laboratorio de Pintura, hoy Unidad de Patrimonio de las Artes Visuales (UPAV) del CNCR, realizó una visita y levantó un diagnóstico de los murales Quinchamalí y Terremoto, haciendo ver el estado de deterioro y abandono en que se encontraban. Sobre Quinchamalí indicó: “...la pintura mural presenta un precario estado de conservación, con un avanzado estado de deterioro debido al cierre del cine y abandono del lugar. [...] Las principales alteraciones son producidas por el escurrimiento de agua, lo que ha producido el reblandecimiento de la base de preparación, la pérdida de fragmentos de ésta, proliferación de hongos además de pérdida de adherencia y cohesión”. Y en relación a Terremoto, además de las dos grietas producidas durante el terremoto de 1985, el mural presentaba: “...pérdida de la base de yeso en la zona inferior izquierda produciéndose deformación del plano y algunos otros faltantes todos ubicados debajo de la cortina ya que es la zona más expuesta al contacto con el público que asiste al cine”. A lo largo de los años, el CNCR continuó documentando y alertando acerca de la situación: El 2011, se aportan nuevos antecedentes para la declaratoria, levantándose el estado de conservación de los murales Sol y Luna. El 2016, a solicitud de la Corporación para el Desarrollo de Santiago (Cordesan), se realiza una nueva visita y análisis del estado de conservación, esta vez de Quinchamalí. El objetivo en esa oportunidad fue postular al Fondart para su diagnóstico y restauración, lo que sabemos no prosperó. El 2019 se realizaron los últimos esfuerzos por medio de un proyecto del Consejo de Monumentos Nacionales (CMN), en el que se realizó un completo diagnóstico de ambos murales. El Estallido Social sorprendió a las restauradoras arriba del andamio, interrumpiendo las últimas etapas de este proyecto. La investigación etnográfica realizada a ambos murales en el marco de este proyecto, destacó el desconocimiento sobre el mural Terremoto, incluso entre los locatarios de la galería: “Las personas de la galería en general no conocen el mural, más bien están enterándose de su existencia. Como el cine era mirado con malos ojos, el mural no existió como parte del imaginario, de las conversaciones de habitantes, locatarios, compradores y transeúntes de la comunidad del Edificio Plaza de Armas” (Evans, 2019). El objetivo de ese proyecto era finalizar con la restauración de ambos murales, imaginamos que el estallido social y la posterior pandemia, quitaron urgencia a este proyecto y así el mural siguió en el olvido. El 2021, nuevamente el CMN realiza una intervención de emergencia en Quinchamalí, el objetivo era eliminar las causas del deterioro y detener su avance evitando que las filtraciones de aguas lluvias siguieran afectando el mural. En esta intervención el CNCR también colaboró realizando acciones de conservación, readhiriendo los estratos pictóricos desprendidos y así evitar la posible pérdida de capas pictóricas durante los trabajos en el inmueble.
Impotencia ante la pérdida La impotencia y frustración que embarga al CNCR tras la pérdida de este mural, se debe a los años de trabajo dedicados a su rescate, en colaboración con diversas instituciones estatales y la Fundación Nemesio Antúnez. A pesar de los diagnósticos, las alertas y los esfuerzos por conseguir financiamiento y realizar intervenciones, la falta de injerencia del CNCR en la toma de decisiones, especialmente cuando se trata de patrimonio en ámbitos privados, limita su capacidad de acción. La experiencia con el mural Terremoto es un recordatorio de que, si bien el CNCR es un organismo técnico fundamental en la identificación de riesgos y la propuesta de acciones para la conservación y restauración del patrimonio, su impacto depende en gran medida de la voluntad y las decisiones de otras actorías. La tragedia que significa la pérdida de este mural, nos alienta a seguir trabajando para visibilizar este rico patrimonio, ya que la mayor de las amenazas es precisamente el desconocimiento y el olvido, por lo que desde el CNCR continuaremos insistiendo en educar a la sociedad acerca de su valor y además fomentar en la ciudadanía una cultura de la protección, con el fin de evitar futuras pérdidas. |