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Modelos escultóricos presentes en Buda Dainichi Nyorai

La confección y uso original del Buda Dainichi Nyorai se relaciona con el avance del budismo en Japón. En la pieza confluyen materiales e iconografías de diferentes momentos del desarrollo escultórico de la religión.

Para reconocer los modelos que influenciaron a su creador, se realizaron comparaciones con colecciones niponas de otros museos:

  • Bodhisattva, del artista Kaikei, primer cuarto del siglo XIII. Colección del Freer Sackler Gallery.
  • Nyoirin Kannon, 1693. Colección Metropolitan Museum of Art.
  • Bhaisajya-guru Siglo IX. Colección Museo Nacional de Nara, Japón.

Se determinó que la figura reproduce elementos de las tradiciones de las etapas Heian y Kamakura.

La similitud de la vestimenta y postura del Buda Dainichi Nyorai con el Bodhisattva, presupone una referencia al arte búdico del siglo XII-XIII.

También se hallaron semejanzas en el rostro, peinado y accesorios metálicos con Nyoirin Kannon.

La divinidad representada está acompañada de símbolos asociados a la luz, identificados también en Bhaisajya-guru. Estos elementos permiten inscribir la pieza en el budismo esotérico, que alcanzó su mayor resonancia entre los siglos VIII y X en la búsqueda de la iluminación personal.

De acuerdo al análisis de la estética nipona que realiza el escritor Tanizaki, la laca dorada que cubre la imagen alude a la luz, que se complementa con la sombra de los templos donde se ubicaban estas estatuas. Se potencia así la noción de luminosidad, aspecto muy apreciado por la estética tradicional japonesa, que otorga valor al "brillo ligeramente alterado que evoca irresistiblemente los efectos del tiempo (Tanizaki, 1933: 8).

"En aquellas residencias pobremente iluminadas, el oro desempeñaba el papel de un reflector. En otras palabras, el uso que se hacía del oro laminado o molido no era un lujo vano, sino que, merced a la razonable utilización de sus propiedades reflectantes, contribuía a dar todavía más luz" (Tanizaki, 1933: 16).


Producción y circulación de imágenes budistas en Japón

El budismo llegó a Japón en el siglo VI D.C. Hacia el siglo VII dio inicio a una tradición artística particular, que combina las influencias de China y Corea, las sectas búdicas y el desarrollo del pensamiento japonés.

La confección de imágenes de Buda destacó en la escultura. Según el investigador Fernando Gutiérrez, ésta desarrolló características particulares en distintas etapas:

  • Era Asuka (VI- VIII): corresponde a los primeros años del budismo en Japón, sus principales exponentes fueron creadores chinos y coreanos, quienes reprodujeron los estilos de sus naciones de origen. Destaca la escuela coreana- china de Tori. Se trabajó el bronce y la madera.
  • Período Nara (VIII): la escultura fue considerada la forma más perfecta de expresión artística. Se desarrolló una estética propiamente japonesa. Entre sus características se encuentran la individuación y humanización de las representaciones, lo que las dotó de un mayor realismo y de la incorporación de la laca y arcilla.
  • Era Heian (siglos VIII- XI): el trabajo se vio influenciado por la secta de Shingon, que postulaba la correlación entre la imagen y la divinidad representada. Las estatuas se ajustaron así al dogma y perdieron el realismo que habían obtenido en la etapa anterior.
  • Período Kamakura (siglos XII y XII): marcó la cumbre y fin de este arte. Su principal exponente fue Kaikei, también conocido como Unkei. Este estilo se caracterizó por la individuación de las piezas:
  1. Las obras eran creadas por un artista determinado y no se sujetaba a las limitaciones iconográficas de cada secta religiosa.
  2. Las imágenes representaban a una divinidad particular, lo que otorgó mayor énfasis a cualidades propias de los personajes esculpidos.
  3. Las expresiones se tornaron más realistas y cercanas a los rasgos humanos.


Estas etapas instalaron una tradición de formas e iconografías que se han reproducido a lo largo del tiempo.

De objeto de culto a pieza de museo

El Buda Dainichi Nyorai fue adquirido por el coleccionista Hernán Garcés Silva, quien lo donó al Estado chileno en 1980. Dos años después se incorporó al patrimonio del Museo de Artes Decorativas.

Se desconocen los antecedentes de su compra e historia dentro de la colección de Garcés Silva. Sin embargo, es posible circunscribir su trayectoria dentro del circuito de obras orientales trasladadas a occidente desde el siglo XIX.

La apertura de las fronteras japonesas en la era Meiji (1868-1910), dio lugar a nuevos intercambios económicos y culturales. A esto se sumó la moda occidental por lo exótico, que originó una manufactura local para la exportación y el saqueo de las piezas de culto (Faunieres, 1988; Almazán, 1998: 41).

Las obras religiosas y decorativas niponas alimentaron el mercado del arte internacional:

  • Las piezas integraron colecciones particulares, de museos europeos y también en el mismo Japón, donde en 1872 se fundó el Museo Nacional de Tokio.
  • Se divulgó la producción artística de ese país, a través de muestras como International Exhibition, Londres 1862 y L'Exposition Universelle de Paris de 1878 (Gil, 1998:133; Cabañas, 2004).

El creciente interés por los artefactos confeccionados en oriente se mantuvo hasta los primeros años del siglo XX (Almazán, 1998: 41).

Miembros de la elite chilena formaron sus propias colecciones con objetos comprados en distintos lugares del mundo, entre otros en Japón (Alegría, 2004:139- 156; Martínez, 2011:11).

Muchos de estos conjuntos fueron donados a instituciones públicas para su conservación y difusión. Entre ellos se cuentan los legados de Francisco Echaurren Huidobro y Hernán Garcés Silva, que legaron sus pertenencias al Museo Histórico Nacional y al de Artes Decorativas respectivamente.

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